Últimamente me envenena el imparable
tiempo y sus segundos. Sus minutos se empeñan en planificar mis horas, sus días
le dan forma a mis semanas, y sus meses van generando mi historia y mi
avejentar con el paso de los años, años los cuales devoro con sabor a uvas. Es
inevitable, el tiempo pasa.
Desperté y me encontré a oscuras
intentando despegarme del calor de las sábanas. La noche había sido cálida y
Morfeo se había empeñado en recordar mi rutina laboral a modo de pesadillas. Me
incorporé a la realidad y me invadían molestias que ayer no
habitaban en mi, entonces apareció él.
“ A
los niños nunca se les debería enviar a la cama, cuando despiertan son un día
mayores”
Sentí que los años con sus noches estaban
empezando a pasarme factura. Cojeaba descalzo rumbo a la cocina, el frío suelo empezaba a espabilarme, tomé un trago de agua y me planté en frente
del espejo del baño. Ahí estaba, floreciendo
entre los demás, mi primera cana, no había vuelta atrás. Lo siento Peter.
La ducha terminó de encontrarme conmigo
mismo. Tras vestirme, unos buenos días y unas suave caricias despidieron a mi Nana particular, Jara,
y me transportaron a la calle a enfrentarme a un nuevo día. El sol de la mañana
invitaba a una sonrisa y el frenético movimiento de la ciudad a dejar mi sombra
atrás.
La mañana transcurrió volando entre
piratas con corbatas y sirenas de tacones, mis pequeñas batallas del día a día
no me ayudaron a olvidarme de aquel fatídico encuentro que a primera hora me
impidieron ocultar, a mi Peter Pan, el silencio con el que no había dejado de
crecer. Sin querer, lo había
traicionado.
Entonces se enfrentaron mi envejecida niñez
y mi verde madurez, y llegaron a la conclusión de que Nunca Jamás debía dejar de disfrutar de cada segundo, de saborear
cada instante, de sentir cada momento de la misma manera que lo hacía cuando
era niño. Y así creo que fue o por lo menos lo intenté.
Aquella tarde, queriendo me tropecé con Los Niños. Perdidos se encontraban entre proyectos y demás aventuras que en
sus vidas acontecían. Como en todos nuestros encuentros, viajamos durante
largas horas entre historias de hoy y recuerdos de ayer, burlas y risas, motes graciosos
y falsas peleas, juegos inventados y
trampas silenciosas, cánticos ruidosos y bailes tribales , volvíamos a ser lo
que nunca queríamos dejar de ser, aquellos niños sin obligaciones ni
preocupaciones. Pero como el tiempo no sabe disfrutar de los buenos momentos,
nos tuvimos que despedir, deseosos de volver a encontrarnos y de volver a tomar
otro de nuestros embriagantes viajes.
Esa misma noche, al llegar
a casa, me asomé al balcón, y mirando al cielo busqué la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer,
lugar de refugio de los niños que no querían crecer, por desgracia tan maravilloso lugar ya no
estaba, mi infancia lo había borrado algún tiempo atrás.
Dedicado al niño que vive
en nosotros. Nunca lo pierdan.
El tiempo ha traicionado una vez más a Peter.Llega un nuevo fin de año.Peter hace balance de los logros y derrotas,de los niños ganados al tiempo y los perdidos para siempre.Feliz 2011 Peter.
ResponderEliminarMuchas gracias Robertito por participar.
ResponderEliminarNi tan joven ni tan viejo, like a rolling stone. Podrán salirnos canas y arrugas, pero aún queda cuerda para rato y... que nos quiten lo bailao no? jeje
ResponderEliminarMuy bueno amigo!